Lejos de querer ahondar en estereotipos, el carácter marca el lenguaje. A medida que aprendemos nuevos idiomas, conocemos que la manera de expresar ciertas ideas cambia según el idioma o, incluso, adquirimos nuevos conceptos gracias al lenguaje. Pero, ¿cómo trasladar esas concreciones propias de un idioma a otro? En esas ocasiones en las que un vocablo es tan propio de un idioma que no existe traducción directa alguna a otro, es donde un buen traductor… se la juega. Veamos algunos ejemplos.
Uno de los ámbitos más complicados a la hora de afrontar una traducción es el de la traducción publicitaria. ¿Cómo reflejar en otro idioma la idea que se transmite en el original? Cuando a esta pregunta le añadimos cuestiones directamente relacionadas con el marketing, el resultado puede ser, en ocasiones, “asombroso”. En esta línea, la traducción de los títulos de algunas películas puede dejar boquiabierto al más “creativo” de los traductores.
A nadie se le escapa que, en un mundo globalizado, conocer una sola lengua materna no es suficiente. Hasta no hace muchos años, aquellos privilegiados que hablaban (y comprendían) más de un idioma de forma fluida, limitaban su uso a las vacaciones, a la lectura de los pocos libros en otros idiomas que podían encontrarse en algunas librerías o al visionado de una película en versión original que proyectaban en algún cine de “arte y ensayo”, por lo general, en una gran ciudad. Pero, como dice la canción del grupo Supertramp, Times Have Changed (los tiempos han cambiado); para los amantes de Bob Dylan, Things Have Changed (las cosas han cambiado).
Con la llegada masiva de Internet a nuestros ordenadores, la mensajería electrónica se ha convertido en una herramienta indispensable para la comunicación. Cada día recibimos decenas de mensajes de correo electrónico, ¡miles de ellos en un año! Con semejante volumen de mensajes es habitual encontrarse con sorpresas inesperadas: malentendidos, mensajes que provocan frustración o ira, respuestas inesperadas, silencios eternos, salidas de tono injustificadas… El correo electrónico proporciona inmediatez, pero también lecturas y respuestas poco meditadas.